No se si fue el destino o los dioses, pero el fin de semana se confabulo a nuestro favor, porque hubo varios factores que ayudaron a que todo saliera bien.
Por fin, después de varios meses de montaje y de descanso obligatorio, estrenábamos una obra que era un doble reto para nuestro director Pedro Pablo Pérez, no solo por ser un drama, que toca un tema tan fuerte como lo es el incesto; sino el poder quitarse los buenos o malos recuerdos de un montaje anterior y hacer algo realmente suyo y tener la capacidad de superar las expectativas de todos los que habíamos visto la obra.
Creo que es la primera vez en casi 3 años, que tenemos dos días seguidos de funciones de la misma obra en la Casa de la Cultura Ramón Vásquez Brito, pero eso sirvió para darnos cuenta de que nuestra habilidad para el teatro aumenta con cada presentación. 3 ensayos en sala antes de la función de estreno y la posibilidad de montar luces y escenografía el día antes fue maravilloso, porque no solo permitió tener un trabajo mucho mas compacto, sino también mas descansado.
Para nadie es un secreto que nuestra labor en el teatro margariteño a veces es mas fuerte de lo que debería ser. Ya somos expertos en trabajar con la menor cantidad de recursos, sacando dinero de nuestros bolsillos para comprar utilería, montando luces y escenografía 3 horas antes de la función y desmontando todo después de la presentación, en un plazo no mayor de una hora. Sin duda alguna, esos años en el teatro universitario nos llevaron a aprender todo esto. Pero todo el esfuerzo que hacemos bien vale la pena cuando salimos satisfechos de nuestras presentaciones, sabiendo que las personas asistentes a las funciones disfrutan de nuestra actuación y lo más importante, que nosotros salimos contentos con nuestro trabajo.
Es cierto eso de que cuando se cierra una puerta se abre una ventana. No faltaron personas decididas a ayudarnos con su apoyo, con sus muebles, con sus cosas, con su trabajo. Lo que se vio en la obra fue una familia perdida en el tiempo, preparada para morir y a la que, un día antes del día de los muertos, se le cambia el destino. Ni Martha, ni María y mucho menos Juan de Jesús, sabia que esa noche terminaría tan diferente a las demás.
En escena vimos a una Martha desgarrada por la vida, sin ilusiones. Una María soñadora que se niega a dejarse opacar por su pasado. Un Juan de Jesús viviendo y queriendo vivir. Una Aparecida desesperada porque sabe que llega el final. Y por ultimo, un Jesús salvador, que sin saberlo tiene una misión especial mas allá de su trabajo en el circo. Añadido a todo ello, las chicas del burdel que dejan claro que no es un juego, que es una realidad lo que sucede.
Apagadas las luces del escenario y sin maquillaje en los rostros solo nos queda disfrutar de la sensación que produce el poder hacer lo que nos gusta y de paso hacerlo bien.
Solo esperamos a que se enciendan nuevamente los focos para poder darle vida a esos personajes que tanto han sufrido y a los que por fin les llega su momento de soñar una vida mejor.
Mairena Romero Sánchez